miércoles, 15 de octubre de 2008

Utterly confused...

Creo que esto no es lo que quiero hacer. Me cuesta trabajo, no me concentro y recurro a todo menos a cumplir con mi trabajo y mis tareas. Me siento conmovida por hermosa música clásica y me gustaría encerrarme a escucharla para siempre, leer libros de literatura y filosofía y quemar todos aquellos de derecho.

Me siento total y brutalmente deshumanizada por el derecho financiero, por las pretensiones de los abogados, por la ridícula presión de las maestrías, la absurda exigencia a lecturas somníferas y excesivas solo para probarse a uno mismo que es estúpido si no le da la vida para cumplir con todo lo que se requiere y peor aun, si no entiende las cosas a la primera.

Vivo con la añoranza de pasar días encerrada viendo cine independiente en algún cine cincuentero donde venden palomitas que no salen de inmensas cadenas globalizadas de cine teatros.
Se me desgarra el alma cuando escucho música como la de Max Richter y el corazón me exige, nostálgicamente, que le de lo que me pide mientras mi mente caprichosa no cede ante mis plegarias y no dejo de dar vueltas en círculos, incesantemente, perdiendo el tiempo, pasando tanto tiempo perdiéndolo, desperdiciándolo, burlándome de el, haciéndole creer que tengo control sobre el y que hago sabias inversiones.

Y al final, no se si de plano soy masoquista y lo he sido toda mi vida porque voluntariamente me topo cara a cara con mi propia frustración, con unas metas ridículas y sin sentido que por mas atinadas que parezcan, están cada vez mas lejos de mi esencia, de lo que me engrandece y enaltece, de lo que alguna vez me hizo creer que era una mujer interesante y apasionada de todo, con quien podía tomarme cafés de días enteros en platicas divertidas y llenas de aventuras, sueños y sinsentidos que hacían todo el sentido del mundo.

Y esa mujer que tanto extraño, esta ahora sentada en una salón de computadoras a las 3 de la mañana, sin avanzar en una tarea que por demás parece absurda y que prueba, una vez mas, lo complicado que puede resultar lo fácil y técnico, lo imposible que es para mi acatar esos horarios y requisitos y tareas que exigen un poco de disciplina y planeación, orden y organización, para una mente enredada en el organigrama de un niño de 4 años. Sin dirección alguna, sin afán de atender , sin otra alternativa que la de seguir con esto que neciamente empecé, y obstinada tendré que terminar. Sin saber si al final termino, o solo empiezo y hacia donde. Cada vez mas lejos de mi, de esa mujer que era capaz de todo en la vida y que se burlaba del destino y las autoridades.

Actuando como el hijo perdido de un posmodernismo mal entendido, anestesiándome cada fin de semana con toda aquella bebida que se me atraviese, pasando noches en vela y viviendo días cansados. Maravillándome de cada atardecer, de cada árbol que cambia de color, de los patos que llegan cada dia a saludarme cuando salgo de mi casa, y sobreviviendo de esos preciosos momentos refugiándome en los miércoles de yoga.

Sin saber a donde ni para donde, como, ni cuando, ni porque, confiando en un principio de impermanencia y rezándole al santo de la incertidumbre para que me redima. Para descansar de mi y de mis momentos de desesperación pasiva, tan pasiva que me aterra porque me siento inerte, insensible y apagada.

Y esta actitud poco afable y frígida es la que me regresa a mis deberes. Aburridos y tan conscientes que me dejan inconsciente.