martes, 19 de agosto de 2008

Amo mi point and shoot



Diani Beach está en la costa sur de Mombasa. Para llegar hay que tomar un matatu al ferry, subirse en el ferry y después tomar otro matatu ó algún taxi a la playa. Me subí al taxi de un hombre llamado Smith. Smith, (como buen kenyano) no dejó de platicarme e interrogarme durante el trayecto. Aprovechó para regañarme por no estar casada a mi edad argumentando que no me he casado porque soy abogada (supongo que tiene prejuicios en contra de los abogados). También intentó motivarme a tener un bebé ya que, según él, las personas deben asumir su adultez a partir de los 18 años tomando alguna responsabilidad digna de un adulto. Tener hijos (aunque no me case, asumiendo que no quisiera hacerlo) es tomar las riendas de la adultez y mientras no lo haga, estoy negando que me he vuelto mayor, a su muy particular punto de vista. Me pidió que subiera el vidrio del coche cuando íbamos muy rápido (mientras la carretera estrecha y totalmente carente de iluminación nos amenazaba) y varios camiones parecían dirigirse justo frente a nosotros, solo para separarse medio segundo antes de estrellarnos; él decidió que los extranjeros no debemos permanecer tanto tiempo con la ventana abajo mientras el viento nos acaricia (acaricia? O casi bofetea?) la cara porque somos propensos (a según) a la neumonía. ¡Neumonía! Estamos a fucking 29 grados y éste hombre se atreve a impedirme con la autoridad de un doctor especialísta que deje de disfrutar el viento sobre mi cara porque no quiere que me enferme.

Por fin llegamos al hotel y después de preguntarme cuanto cuesta la noche de hospedaje (con lo que me cagan ese tipo de preguntas) me da su tarjeta de presentación esperando que le llame el domingo para que me lleve de regreso al centro de Mombasa. Me dispongo a pagarle cuando me frena pidiéndome que me baje y me registre ya que lo primero para él es mi “seguridad”. Cual fiel y sumisa mujer obediente le hago caso y entro al hotel, doy mi nombre y me siento a tomar la champaña que cortésmente me sirven en lo que toman mis datos y me entregan la llave de mi cuarto. De pronto se sienta Smith junto a mí, le traen su copa de champaña también (el mesero preguntó si venía conmigo a lo que asentí) y me indica que, ahora si, puedo pagarle.

Me paro y me voy a mi cuarto y, sinceramente, no me puedo dejar de reír de este personaje. La verdad me cayó de maravilla, es el primer conductor kenyano que, de entrada, no me tira la onda (porque aquí, por mas que les digas que estas casada o que eres religiosa, no dejan de hostigar) y al llegar a mi cuarto me doy cuenta de que no encuentro mi point and shoot.

Es el reverendo colmo, vengo cargando un tripié, una back pack pesadísima con la hassel, la réflex digital, 4 lentes, cargadores, kits, rollos y demás y ahora resulta que mi maravillosa olimpus point and shoot lightweight no aparece. Estoy al borde de la histeria, por las fotos que tengo ahí y porque me la regaló mi güero.

Le marqué a Smith y si, efectivamente, dejé mi cámara en su taxi y si, me la va a regresar el domingo que venga por mí.

Que maravilla que me contó su vida y me regañó y sobretodo me dio su teléfono. Fernandita no ha perdido su cámara otra vez.

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