martes, 26 de agosto de 2008

Sad good bye

Ya me despedí de los niños y fue dificilísimo. Desde que los conocí supe que este momento llegaría, supuse que me encariñaría con ellos también y durante el último mes he traído un constante nudo en la garganta. Me siento como en un perpetuo síndrome premenstrual, con ataques ridículos de sentimentalismo en los momentos más inesperados y los lugares menos convencionales.

Me ha costado un esfuerzo muy grande contenerme en momentos claves y aprendí a distraerme cada vez que siento que el llanto se me quiere escapar. Sentimientos encontrados, de pronto mucha alegría y satisfacción y de una momento a otro mucha compasión y algo de tristeza. En momentos como este solo puedo invocar a la melancolía y cada recuerdo me da enorme ternura aunque a veces siento que se me rompe el corazón en pedacitos.

Me he reído como loca y he jugado tanto que parece que llevo haciéndolo toda la vida, mi curiosidad aumenta aceleradamente y mi admiración por todo aquello que me rodea es cada vez más renovador.

Siento que alguien me aprieta el alma cada vez que me despido de Peter (mi consen, indiscutiblemente) como si el aire se me escapara y mi corazón se contrayera. Cuando me pide que me lo lleve conmigo tengo ganas de trepármelo en los hombros y salir corriendo con él.

Nunca olvidaré cuando dormí en Tumaini, abrir los ojos al olor fresco de la mañana, despertar para encontrar a Peter, paradito en sus pijamas, asomándose a mi cama, su mirada pura y transparente del otro lado del mosquito net, con una sonrisa de oreja a oreja y sin moverse nada, silencioso y emocionado observándome mientras dormía e impaciente porque despertara. Es un poco difícil expresar con exactitud como me sentí en ese momento y la forma en que me paré de un brinco, levantando el mosquito net para salir y abrazar y besar descontroladamente a Peter con una urgencia desmedida, decirle “Good Morning” mientras me llenaba de besos. Escuchar a mi corazón latiendo con un cariño y satisfacción tan placenteros añorando perpetuar ese segundo para siempre.

Haberlos visto tomarse de las manos y apretar las mías, hincados para rezar antes de dormir ha hecho que este viaje, el solo hecho de viajar al otro lado del mundo, valiera tanto la pena.

Y finalmente, me tuve que despedir. Las lágrimas empezaron a amenazarme desde que abracé a Ruquea, la cocinera. Y me porté fuerte y valiente aparentando toda esa fortaleza que me falta y el desapego que no me he logrado apropiar. Y fui abrazando a cada uno, repartiendo besos aborazados, recibiendo dibujos y miradas profundas. Las complicaciones empezaron cuando llego Lidyia y al abrazarme empezó a llorar, yo sentía un dolor fuerte y punzante en la panza mientras mi miedo por derramar tantas lágrimas a la deriva hizo que me faltara el aire; la solté limpiando mi cara de las tres gotas que se me escaparon.

Por último estaba Peter y aunque sería tremendamente duro para mi, sabía lo fácil que resultaría la despedida para él. Con solo 3 años y medio no comprende perfectamente la situación y por mas que le explique, al despedirme cree que regresaré al dia siguiente, como siempre. Nos abrazmos y besamos como usualmente lo hacemos y al soltarlo le dije "I love you Peter" a lo que empezó a repetir cada vez mas alto "I love you, I love you, I love you" con su sonrisita encantadora y mandándome besitos con la mano.

Y salí de ahí lo más rápido que pude. Y lloré y lloré y lloré...

Observar como el alma de estos angelitos se expande cada vez mas es lo más hermoso que me ha tocado vivir.

No hay comentarios: